lunes, 17 de octubre de 2016

¿Cada cuánto debemos calibrar nuestros instrumentos?

Por Raúl Sejzer

Una de las consultas más habituales que reciben los laboratorios de calibración es:
¿Con qué frecuencia se deben calibrar los instrumentos?.


Derribemos el mito, sin rodeos: no existe exigencia ni normativa alguna ya que cada caso es particular. Si bien la mayoría de normas de gestión vigentes exigen que los instrume
ntos de medición utilizados se calibren frecuente y sistemáticamente, no se aclara específicamente la frecuencia. Esto se debe a que sería imposible generalizar para todos los casos.

Imagen de tigerlily713 en Pixabay 

La frecuencia dependerá de varios factores, entre los que se destacan:

  • La criticidad del uso: si el instrumento se utiliza para medir y/o controlar algún proceso sensible se debe poseer mayor control sobre él. Se lo debe calibrar con mayor asiduidad para evitar la detección tardía de desvíos o derivas.
  • El uso que se le dé: no es lo mismo un instrumento que se utiliza varias veces al día que uno que sólo se ocupa una vez al mes para alguna medición o ensayo puntual.
  • Las recomendaciones del fabricante: muchos fabricantes de instrumentos suelen recomendar períodos de recalibración. Nadie como el fabricante conoce el instrumento y puede predecir su comportamiento en el tiempo, basándose en estadística confiable.
  • Si se observa un comportamiento llamativo en cuanto a la deriva del mismo: si entre calibración y calibración (durante un tiempo prudente) se observan variaciones mínimas o despreciables, se puede aumentar la frecuencia. Por otro lado, si se detecta una variación mayor a lo esperado se debe reducir la frecuencia.
  • Metrología Legal: En muchos casos puede existir una exigencia externa de tipo legal, impuesta por algún organismo especialmente cuando los instrumentos son utilizados para realizar mediciones en transacciones comerciales (por ejemplo, expendio de combustibles, peso de productos alimenticios para su comercialización) o en parámetros ambientales y de seguridad (emisiones gaseosas, ruido, calidad del agua) en los que el estado deba intervenir.
Aclaremos algo sumamente importante. Para poder generalizar y cubrir todos los casos, las normas son flexibles en cuanto a las frecuencias, pero esto no quiere decir que no haya que establecerlas y cumplirlas. Resumiendo, uno debe definir instrumento por instrumento con qué frecuencia deben ser calibrados. Esto se realiza a través de programas (normalmente planes anuales) de calibración. Un Programa de Calibración es un registro en el cual se listan todos los instrumentos existentes y la frecuencia de calibración de cada uno de ellos para el período en cuestión, definiéndose fechas tentativas de realización.

Por ejemplo, si nuestro programa es anual, y un instrumento tiene una frecuencia semestral de calibración deben establecerse dos fechas dentro del programa para dicho equipo. Una vez definidas las frecuencias de todos los instrumentos, se debe cumplir a rajatabla lo planificado. Para muchas normas, como la ISO/IEC 17025, este registro debe estar documentado sin excepción. Caso contrario, se puede generar una No Conformidad, que para el caso de laboratorios de calibración y/o ensayo se suele considerar grave.

Una planificación adecuada permite optimizar tiempos y evitar inconvenientes. Conocer con anticipación las fechas de realización de las calibraciones tiene importantes ventajas: 
  • Si la calibración la realiza un laboratorio externo, permite coordinar con tiempo la disponibilidad de recursos, la logística, etc. También se podrá estimar cuánto tiempo el equipo se encontrará fuera de servicio.
  • Si la calibración se realiza con patrones propios, se pueden administrar los recursos necesarios que garanticen la disponibilidad de los mismos en tiempo y forma.
La frecuencia mínima de calibración es la preestablecida en el programa correspondiente. Aunque existen casos en los que puede ser necesaria la realización de una calibración extraordinaria. En general, esto sucede cuando existe evidencia o sospecha de mal funcionamiento. Si, por ejemplo, el instrumento sufre un golpe o es sometido a condiciones ambientales por fuera de los valores mínimos y/o máximos definidos por el fabricante, es altamente probable que su funcionamiento se haya visto afectado. Ante esta situación, el instrumento debe ser separado, señalado como fuera de uso y rotulado como tal para evitar su utilización. Luego se lo debe calibrar. El resultado de la calibración extraordinaria determinará si su funcionamiento se modificó, si se requiere un ajuste (con posterior recalibración) para volver a utilizarse o si el instrumento se dañó irreversiblemente.

Hemos dado algunos lineamientos generales orientativos para aplicaciones relativamente sencillas. Estrictamente hablando, la determinación de los intervalos óptimos (lo suficientemente largos para disminuir costos aunque lo bastante cortos para evitar posibles errores en funcionamiento y desvíos) lleva muchos años de desarrollo. Hoy coexisten numerosos métodos para su estimación, los cuales serán resumidos en la próxima publicación.


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